Todos seguimos comentando la goleada 7 – 1 que Brasil recibió de Alemania en el mundial de fútbol. Naturalmente cualquier selección puede perder un partido, pero ¿con ese marcador?, ¿siendo el anfitrión?, ¿teniendo tan buenos jugadores? Me ponía a pensar que hoy en día también la Iglesia en algunos temas está recibiendo distintas “goleadas”. Goleadas “legales” en algunos países donde la ideología de género avanza. Goleadas de “militancia” donde son las sectas e iglesias separadas las que avanzan. Goleadas de “credibilidad” cuando estallan escándalos dentro de sí misma. ¿Por qué le sucede esto a la primera y única Iglesia que fundó Jesús en persona?
Comentaristas deportivos ensayan algunas hipótesis respecto a las causas de la goleada que recibió Brasil y que (increíblemente) pueden darnos luces respecto a nuestra realidad eclesial:
Lo primero que se afirma es que la selección brasileña traicionó su estilo futbolístico de siempre y buscó un fútbol de choque que le resulta históricamente ajeno. ¿Solución?. Volver a las fuentes originales del fútbol brasileño de habilidad y picardía, al que se le denomina “jogo bonito”. Asimismo, la característica principal de las comunidades cristianas en los inicios de la Iglesia fue el amor fraterno (Hechos 2, – 42; 4, 32). Cuando ella pierde esta característica principal y cae en chismes, pugnas por el poder, búsqueda de privilegios y comodidades, por supuesto cae por “goleada” en todos los ámbitos.
También se afirma que Brasil dejó de lado a jugadores importantes que podrían haberle dado un mejor funcionamiento. El Papa Francisco también reconoce que en la Iglesia no le hemos dado a la MUJER, un lugar de mayor preponderancia. Sin proponer el sacerdocio femenino, el Papa propone darle a la mujer una mayor participación en la Iglesia. Recientemente una monjita fue elegida rectora de una Universidad Católica en Costa Rica por primera vez en la historia, por ejemplo. “Una Iglesia sin mujeres es como el Colegio Apostólico sin María” dijo el Papa el 29 de Agosto del 2013.
Igualmente desconcierta como el equipo brasileño se “derrumbó” anímicamente luego del segundo gol de los alemanes, teniendo varios jugadores con experiencia en finales de ligas europeas. En un artículo anterior ya me he referido al “desánimo” católico que a veces nos asalta. Traemos para el mundo un mensaje de salvación que es urgente e inmejorable. No cabe derrumbarnos ante el primer o segundo de los obstáculos.
Por último, se menciona la “Neymar-dependencia” del equipo brasileño, en el sentido que se depende demasiado del talento de un solo jugador. Se me viene a la mente las veces que algunos católicos quieren dejar la Iglesia cuando les cambian a su párroco amigo, o cuando otros siguen ciegamente al líder de alguna comunidad, incluso si éste quiere alejarse de la Iglesia. La piedra angular de nuestra fe es Jesús de Nazareth (Mateo 21, 42) por encima de cualquier persona.
Parece mentira que un partido de fútbol nos deje enseñanzas de fe. Debemos “volver a nuestras fuentes” de amor fraterno, “convocar” a la mujer en general como protagonista eclesial más activa, no derrumbarnos ante el primer obstáculo y ser totalmente “Cristo céntricos”, para evitar estas goleadas eclesiales.