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Cultura del descarte
El Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si, lanzada en el año de la misericordia, denuncia la existencia de una cultura del descarte en la actual sociedad de consumo. Esta “afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura” (Laudato Si 22). No alcanzaría este post para enumerar la cantidad de productos desechables que existen en nuestra vida. Artefactos fabricados con una obsolescencia calculada para tener que comprar uno nuevo en breve tiempo. No se duda en desperdiciar parte de lo producido con tal de comprar un producto nuevo. Tal es el caso de los desodorantes o los aerosoles cuyo producto se desperdicia en un 20% al desecharse el envase, teniendo aún materia utilizable en su interior.
Lo más grave es que esta cultura se extiende como un cáncer incluso afectando a los seres humanos. Hoy en día, en la práctica existen seres humanos “descartables”, cuando hablamos del aborto en todas sus formas. También cuando hablamos de la selección de embriones en la fertilización in vitro. Muchos ancianos o enfermos terminales se descartan a través de la eutanasia. Muchos inmigrantes son descartados, perseguidos o expulsados por algún gobierno, mientras que otros países no quieren recibirlos. La ambición de ciertas empresas mineras ha hecho que pueblos enteros sufran contaminación y envenenamiento. En otras palabras, actúan como si los pueblos fueran productos descartables ante sus planes de expansión de sus inversiones.
La misericordia como cultura
Frente a ello, el Papa Francisco propone una cultura de la misericordia que representa todo lo opuesto. La misericordia es salvar aquello que se considera perdido (Lucas 19, 10). Significa volver a la vida aquello que se considera muerto (Lucas 15, 24). Es acercarse con amor a aquellos que son rechazados por la sociedad (Lucas 5, 12 – 16; 17, 11 – 19), o considerados irrecuperables (Lucas 8, 2; Marcos 5, 1 – 13). La misericordia no desperdicia tiempo para salvar (Lucas 23, 43), ni escatima en hacer renuncias con tal de salvar (Lucas 14, 33). No duda incluso en dar la propia vida con tal de salvar (Juan 15, 13). La cultura de la misericordia es todo lo contrario al consumismo, por lo que es evidente que viene de Cristo, como signo de contradicción (Lucas 2, 34)
Esta contra cultura es mucho más que una cultura de “reciclaje” (tan de moda hoy en día). En el reciclaje se someten materiales usados a un proceso industrial para ser reutilizados, aunque el resultado sea un producto de menor calidad que el original. La misericordia en cambio, no recicla sino que renueva en todo el sentido de la palabra. Solo la misericordia de Dios “hace nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21, 5). No es un reciclaje sino un verdadero renacimiento en el amor (Juan 3,5).
Misericordia versus consumismo
Entonces, debemos tomar en cuenta que el Papa Francisco está impulsando una cultura que es expresamente contraria a lo que enseña el consumismo. Es la contracultura de la misericordia, cuya voz es profética. Es una voz que nos grita desde la Palabra: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cual es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Romanos 12, 2)
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