¿Por qué Jesús tenía que sufrir tanto al entregar su vida?

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El misterio de Jesús, entregando la vida en la cruz fue un “trago amargo” que la humanidad tenía que vivir para que se cumplieran las escrituras (Lucas, 24, 25 – 27) pues solo un acto de amor extremo, en perfecta obediencia a Dios Padre podía restaurar la comunión entre Dios y la humanidad rota por el pecado original (Génesis 1, 27 – 31). Sin embargo, varias veces me han preguntado: ¿porque tuvo que sufrir tanto Jesús y porque Dios Padre lo permitió?

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Jesús Entrega Voluntariamente Su Vida

Lo primero que debemos aclarar es que Jesús entrega su vida y no se la arrebata nadie (Juan 10, 17 – 18). Su vida nunca estuvo en manos de Anás, Caifás, del Sanedrín o de Poncio Pilato (Juan 19, 11). Si él hubiese querido, habría invocado al Padre por ayuda y se habría podido salvar a si mismo (Mateo 26, 51 – 54). El entrega su vida para resucitar al tercer día. Desde ese día la cruz dejó de ser símbolo de muerte para convertirse en signo de salvación.

La Estrategia del Maligno

Sin muerte y sin cruz, no hay resurrección. Con razón el demonio trató por todos los medios de evitarlo. Primero tentándolo en el desierto (Mateo 4, 1 – 11) y luego valiéndose de Pedro ante lo cual el propio Jesús le dijo: “aléjate Satanás” (Mateo 16, 22 – 23). En vista de estos fracasos, fue el demonio quien hizo de la pasión del Señor una verdadera carnicería. Cada latigazo, clavo, espina, golpe, burla y ofensa que recibió Jesús, tenían un único propósito: “que se baje de la cruz” (Mateo, 27, 40 y 42; Lucas 23, 39) y no lo logró. Al contrario, toda la violencia que el demonio desató contra Jesús, contribuyó para que la cruz de Cristo se convierta en el acto de amor supremo más sublime y recordado de la historia. El inmenso odio demoníaco fue vencido y hasta dado vuelta por el amor de los amores (Romanos 12, 21)

Lo que nos toca a partir de entrega de Jesús

Así como debemos amarnos como él nos amó (Juan 15, 12), también debemos entregar nuestra vida como él entregó la suya (Mateo 10, 39). ¿Cómo hacerlo? Jesús mismo nos pide tres cosas:

1.- Negarse a sí mismo

2.- Cargar nuestra cruz

3.- Seguirlo (Mateo 16, 24).

Pero ¡preparémonos!, porque el demonio tratará por todos los medios de evitarlo. No es casualidad que el mundo esté siendo secuestrado por una cultura que propone y hasta impone lo opuesto al Evangelio:

1.- Egoísmo (búsqueda solo del interés propio)

2.- Hedonismo (búsqueda de placer y rechazo al sacrificio)

3.- Nihilismo (ausencia del sentido de la vida y la trascendencia). Estos son los nuevos clavos, espinas, latigazos, golpes, burlas y ofensas de estos tiempos.

La sociedad de consumo nos vende la felicidad como un producto por comprar. La cultura del descarte nos pide deshacernos de lo que no nos “sirve”, (desde platos, cubiertos y pañales, hasta ancianos, enfermos y bebés por nacer). La auto ayuda, nos convence de que podemos lograr todo, únicamente por nuestro propio esfuerzo. La nueva era te enseña a buscar a Dios dentro de ti (tu yo interior) y no fuera de ti (“tuve hambre y me diste de comer…”). Llevamos décadas siendo adoctrinados desde los medios de comunicación y más recientemente desde las redes sociales a pensar solo en el yo, y rechazar cualquier tipo de nosotros (familia, matrimonio, Iglesia), a buscar el placer y rechazar el sacrificio, a buscar vivirlo todo aquí, negando la vida eterna.

En estos tiempos de pandemia mundial que nos toca vivir, muchos muestran molestia, amargura, angustia, miedo y otras reacciones negativas. Sin embargo, muchos otros (médicos, enfermeras, policías, voluntarios, servidores de limpieza, algunas autoridades civiles y religiosas, etc.) lo viven desde el amor, el servicio, el sacrificio, la entrega, la fe y la esperanza. Aprendamos con humildad de aquellas personas y tomemos la decisión de entregar la vida con gestos cotidianos y continuos de amor y servicio a los demás.

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