Es una de las preguntas más frecuentes que los niños hacen a sus padres y que los alumnos nos han hecho a nosotros cuando hemos ido a escuelas. La respuesta es que nadie ha creado a Dios pues él nunca tuvo principio y nunca tendrá final. El libro del Apocalipsis lo describe como “el Alfa y la Omega” refiriéndose a la primera y la última letra del alfabeto griego. (Apoc 22, 13). Él es el único eterno y por ello es Dios.
De la misma manera como un círculo no tiene principio ni final, y si los tuviera dejaría de ser círculo, así mismo Dios no pudo haber tenido un creador, pues si “alguien” lo hubiese creado, ese “alguien” sería Dios en verdad.
Por ello, cuando Moisés le pregunta a Dios: ¿Cuál es su nombre?, él le contesta “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14), vale decir: “yo soy el que siempre ES”. Este nombre de Dios es representado en la gramática hebrea con cuatro consonantes (YHWH) que se pronunciaba “Yahweh” y que podría traducirse como “el que estaba, está y estará”. Mucho más adelante, Jesús en respuesta a los judíos reafirmaría este concepto diciendo: “En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy” (Jn 8, 58). Lo mismo reafirma San Juan en el inicio de su Evangelio cuando dice: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1, 1)
Por ello, Dios no está sujeto al paso del tiempo como todas las cosas creadas. Dios no “fue” (pasado) ni “será” (futuro) sino que él es el único que siempre “es” (presente) en todo tiempo. En tal sentido, Dios no fue creado, sino que existe por sí mismo (Col 1, 17) desde siempre y para siempre. Precisamente por ello es Dios