El Coronavirus, ¿una crisis de los últimos tiempos?

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Quiero permitirme comenzar con una cita de la Palabra de Dios respecto a la crisis que vive la humanidad en la actualidad.

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     ”Cuando comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza porque ha llegado el día de su liberación. Y les añadió una parábola: Observen la higuera y los demás árboles, cuando echan brotes, se dan cuenta de que el verano está cerca. Igual ustedes, cuando vean que sucede eso, sepan que se acerca el Reino de Dios” (Lucas 21, 28 – 31)

Una crisis que es signo de los tiempos

Jesús nos invita a discernir los signos de los tiempos y descubrir en ello su voluntad. Él también nos habla a través de los acontecimientos actuales. Incluso, permite situaciones trágicas y hasta dolorosas para que nos enderecemos. No se trata de ponerse a especular sobre el día y la hora del fin del mundo. Ello no nos corresponde averiguarlo (Hechos 1, 7) pues se encuentra en el ámbito de la autoridad de Dios Padre (Marcos 13, 32). Se trata mas bien de discernir la voluntad de Dios a través de observar los que sucede.

Esta crisis que nos toca vivir del Coronavirus no es simplemente una higuera sino todo un bosque entero que Dios nos envía para que, haciendo el discernimiento respectivo, nos enderecemos y levantemos la cabeza (curiosamente siempre hundida en el celular). Con todo respeto a quienes piensan que la materia se hizo por si sola y somos producto del azar, ¡seamos sinceros! Esta crisis y sus circunstancias no pueden ser producto de la casualidad o la coincidencia. Incluso trae consigo una advertencia, un salvavidas de una inteligencia venida de lo alto. Un mensaje enviado a una humanidad necia, empecinada en hundirse cada vez más bajo.

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La crisis que nos cambia la mirada

Esta crisis nos obliga a practicar la obediencia en un mundo que se caracteriza por la rebeldía especialmente hacia lo divino. También nos obliga a recluirnos por un tiempo en el hogar, en una sociedad de consumo que te saca del hogar y lo convierte en un hotel. Y la familia es en este momento un privilegio que nosotros añoramos y extrañamos enormemente. La crisis, además, nos obliga a la austeridad y a guardar literalmente “pan para mayo”, en un mundo consumista, lleno de derroche y gastos superfluos. La crisis sucede en el tiempo litúrgico de cuaresma, (palabra que se asemeja a cuarentena) en un mundo donde se nos invita a nunca arrepentirnos de nada y entender la libertad como hacer siempre lo que nos venga en gana. Esta crisis nos recuerda que tenemos ancianos y enfermos a quienes debemos proteger, en una cultura del descarte que propone (o impone) la eutanasia como una solución. Esta crisis nos empuja a la solidaridad, en un mundo caracterizado por el egoísmo. También esta crisis nos aleja momentáneamente de la Eucaristía en persona, quizás para añorarla más y darnos cuenta lo afortunados que somos al contar con ella aquí en este mundo.

Afrontando este tiempo con una mirada de esperanza

Tal y como lo deseamos todos, la crisis del Coronavirus ira quedando atrás. Se hallará la respectiva cura o vacuna. Las fronteras serán abiertas y la vida humana continuará. Seguramente la mayoría de las personas volveremos a una existencia donde la distracción, el consumo y la despreocupación por lo trascendental será la principal característica. Sin embargo, como dijo San Pío de Pietrelcina:

“Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios”.

Que sean muchas las personas y familias (aún sin ser mayoría) que aprovechen este tiempo de crisis para mirarse a sí mismos, para volver al camino, para recobrar la fe y para tener nuevamente esperanza.

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