Era el verano del año 2007 en Lima. Estaba dirigiendo el Retiro para Músicos que organizábamos todos los veranos en Lima por aquella época. El día sábado por la noche nos tocaba adorar al Santísimo Sacramento junto a los 70 músicos que llegaron de distintos lugares del país. Mi guitarrista Jairo Pasache y yo estábamos al frente de la alabanza, cuando de pronto nos sucedió algo totalmente inesperado. Todos los asistentes nos llenamos de una tristeza y melancolía tales que por unos minutos no pudimos cantar, debido a nuestro llanto generalizado. Se hizo un instante espontáneo de silencio (quizás fueron dos o tres minutos) donde Dios en su misericordia me habló al corazón. Aclaro que no escuché nada ni vi nada, sino que sentí su Palabra revelarse en mi corazón al punto de estremecerme ante tal experiencia. Es difícil explicarlo con palabras.
Lo primero que Dios me dijo aquella noche fue: “quiero que sientas mi tristeza” y vaya que la sentimos todos, al punto de no poder cantar producto del llanto. Dios es un padre bueno y misericordioso (Lucas 15, 11 – 32) que antes de llenarse de ira ante los pecados de sus hijos, tiene el corazón triste por el peligro de muerte en que se encuentran. Lo segundo que me dijo fue más bien un encargo: “pídeles que vuelvan”. Confieso que no supe procesar en ese instante dicho mensaje. La dureza de mi corazón unida a los rezagos de una fe racionalista con la cual crecí pastoralmente, me impidieron profundizar en dicho mensaje.
Seis meses después, en agosto del mismo año, vivimos en Perú un terrible terremoto. Eran las 6:30 de la tarde aproximadamente y mi esposa y yo estábamos en Misa. Fueron casi tres interminables minutos de un movimiento telúrico intenso. Mi hija María Belén estaba a salvo en casa, pero Luis Enrique Jr. estaba estudiando inglés en un edificio de 7 pisos. La comunicación celular se cayó totalmente y no había forma de comunicarse con Luis. Nosotros no tenemos auto y ningún taxi quería llevarnos a ningún lado, así que nos tocó esperarlo en la esquina de casa. Fueron unos 30 minutos de espera, donde Dios me volvió a hablar al corazón. “Esta angustia que tu sientes por tu hijo, yo la siento por todos mis hijos, por eso pídeles que vuelvan”.
Así nació esta canción y este grupo de canciones que constituyen el disco “Vuelve”. Pero más allá de la música o de la letra, Dios quiere un cambio en el corazón de cada uno de nosotros. Quiere que volvamos al amor primero con él antes que nada, reconociéndonos los “primeros” en la lista de los pecadores. Luego quiere que hagamos llegar su misericordia a toda la gente y especialmente a aquellos que se han quedado en la “periferia” de la fe por diversas razones. Quiere que nos olvidemos de juzgar (Mateo 7, 1 – 2) y nos acerquemos a todos desde el amor. Quiere que digamos la verdad, pero con amor; no para hundir al hermano equivocado sino para rescatarlo.
Hoy vivimos tiempos en que la Iglesia viene siendo criticada y atacada con inusitada ferocidad respecto a varios temas vinculados a la defensa de la vida y la familia. Pero precisamente por ello, es el tiempo en que el amor y la misericordia de Dios debe ser nuestro principal estandarte.