[La Armadura de Dios] El calzado por el celo del evangelio para nunca retroceder

¿Por qué San Pablo consideraba que el celo por dar a conocer el Evangelio será como un calzado para nuestros pies en plena batalla espiritual? El historiador judío Flavio Josefo, en su libro “Las guerras de los judíos” decía que los soldados romanos usaban fuertes sandalias “tachonadas abundantemente con agudos clavos”. El padre Hugo Estrada explica que estos clavos en las plantas de las sandalias de los soldados eran para afirmarse al suelo y no retroceder jamás en el combate. Igualmente Flavio Josefo apunta que debía ser calzado cómodo y al mismo tiempo fuerte, ya que se trataba de recorrer amplias distancias en superficies casi siempre agrestes.

San Pablo sabía perfectamente que la misión que Jesús le encomendó a todo aquel que quiera ser su discípulo implicaba caminar grandes distancias ya que se trataba de ir: “por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación” (Marcos 16, 15). Tomaba en cuenta como Isaías decía cuan: “hermosos son los pies del mensajero de la paz” (Isaías 52, 7), pero al mismo tiempo anunciaba que dicho mensajero debía subir hacia los montes para anunciar mejor el mensaje, vale decir, que su camino iba a ser: “cuesta arriba” (Isaías 40, 9; 52, 7). Quizás por ello utilizaba la metáfora del calzado romano que contaba con clavos en las plantas para no retroceder.

Para poder subir este camino cuesta arriba, es indispensable un genuino deseo y una firme convicción de querer comunicar el Evangelio a otros, por encima de todo, incluso por encima de nuestra propia vida (Gálatas 2, 20). El discípulo que ya conoció el amor de Dios no puede vivir sin comunicar la buena nueva (1 Corintios 9, 16). Las recientes noticias de los numerosos cristianos asesinados a diario por extremistas islámicos, precisamente por resistirse a renegar de su fe; hacen aparecer como ridículas, nuestras constantes excusas y pretextos para no ofrecernos a la labor evangelizadora. Nuestros objetivos personales, profesionales, económicos, sentimentales, etc. que solemos anteponer a la evangelización terminan siendo “pequeñeces” ante el inmenso testimonio de estos miles y miles de mártires que hoy en día, siguen dando testimonio de fe en el oriente. La considerable caída de nuevas vocaciones religiosas y sacerdotales en nuestra Iglesia debe hacernos pensar que es lo que está pasando con nuestra fe. Es cierto que la vocación a la consagración es un “llamado personal”, pero yo no creo que Dios haya dejado de “llamar”, sino que más bien somos nosotros quienes hoy en día hemos dejado de responderle con un SI rotundo a su llamado.

San Pablo también recordaba con claridad como Jesús recomendaba a sus discípulos “sacudir el polvo de las sandalias de sus pies” en aquellos lugares donde no eran recibidos ni escuchados (Mateo 10, 14). El mismo observó literalmente dicha recomendación (Hechos 13, 51). El rechazo y las múltiples dificultades que podamos encontrar en el camino de la Evangelización no pueden ser motivos de retroceso o de renuncia a dicha labor. Por el contrario, como el soldado que afirma sus pies al suelo, debemos avanzar palmo a palmo convencidos de que Dios cuidará la semilla sembrada, más allá de los padecimientos que deba sufrir el discípulo (Hechos 13, 48).