¿Por qué San Pablo consideraba que la verdad era un cinturón que nos ceñía para la batalla y lo menciona en el primer lugar entre los elementos de la armadura? Pues en la armadura romana, el cinturón era una especie de faja y tenía dos funciones: servía para sostener y afirmar el resto de los elementos de la armadura y también (una vez ceñido) servía para sentirse listo para la batalla.
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Hoy se sostiene que en nombre del “amor” quedan automáticamente legitimadas todo tipo de conductas humanas, aunque moralmente sean cuestionadas y cuestionables. San Pablo efectivamente reconoce al amor como la virtud más importante, incluso por encima de la fe y la esperanza (1 Corintios 13, 13), pero respecto a la verdad, tanto él (Efesios 4, 15) como San Juan (Juan 1, 14 y 17) establecen una correspondencia indisoluble. Se podría decir que si bien, la verdad no sirve de nada sin amor; el amor que no está fundamentado en la verdad simplemente no es amor. Es por ello que no se puede llamar amor a cualquier conducta humana por mas sentimental que ella parezca. No en vano San Juan advierte que debemos “amar según la verdad” (1 Juan 3, 18)
La primera dimensión que Pablo encuentra al cinturón es que el discípulo de Cristo debe CONOCER y PROCLAMAR la verdad para ser auténticamente libres (Juan 8, 32) en un mundo que consagra mentiras como si fueran verdades. Por ejemplo, se habla del coito anal como una práctica sexual “natural”. Esto es falso. El ano no es un órgano sexual sino la parte final del sistema digestivo (Diccionario RAE). Dicho orificio no ha sido diseñado ni por Dios ni por la naturaleza para ser penetrado por nada (al menos naturalmente) sino para expeler los desechos del cuerpo. También se asume como una supuesta “verdad” la afirmación que el feto no tiene vida humana sino hasta la décima semana de gestación, cuando se forma el cerebro y el sistema nervioso. Esto también es falso. La ciencia ha demostrado que desde el momento en que el ovulo es fecundado por un espermatozoide, ya existen los elementos genéticos necesarios para la vida humana. No hay ninguna posibilidad que un cigoto, embrión o feto humano se vuelva en el camino una planta, un pedazo de metal o un animal irracional, ¿no es cierto?. Debemos proclamar la verdad como pide San Pedro con dulzura y respeto pero igualmente con claridad de conciencia (1 Pedro 3, 15 – 16).
Pero no solo hay que proclamar la verdad sino VIVIRLA plenamente (Juan 18, 37). Aquí encontramos la segunda dimensión que Pablo quiere darle al cinturón. Debemos vivir en la verdad a través de un testimonio auténtico de amor y conversión. Debemos santificarnos en la verdad (Juan 17, 17), permanecer en la verdad (Juan 8, 31), caminar en la verdad (2 Juan 4), adorar en la verdad (Juan 4, 23 – 24). Una vida llena de incongruencias y anti testimonios “desatan” el cinturón de la armadura y hace caer por los suelos todos los demás elementos de la misma, quedando completamente desarmados para la batalla espiritual.
Jesús es la verdad (Juan 14, 6) y es el Espíritu Santo quien nos guiará a la verdad completa (Juan 16, 13). Solo conociéndola, proclamándola y viviéndola tendremos el cinturón bien ceñido y estaremos listos para la batalla espiritual (Efesios 6, 12).
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