¿Por qué San Pablo consideraba que la justicia es como una coraza que nos protege en la batalla espiritual? La coraza en la armadura romana estaba hecha de bronce, cubría el pectoral y la espalda; teniendo como principal función el proteger los órganos vitales del combatiente, vale decir: los pulmones, el estómago, el hígado y sobre todo el corazón. Por otro lado, cuando San Pablo nos habla de la Justicia, no lo hace en el sentido de administrar justicia, sino más bien de vivir buscando hacer aquello que agrada a Dios (el Justo), lo bueno, lo bello, lo perfecto (Romanos 12, 2).
San Pablo entonces, nos dice que aquel ser humano que actúe buscando hacer lo bueno, lo bello y lo agradable a Dios será protegido en sus sentimientos más íntimos. Será protegido su corazón para que ame, y no caiga en el odio, rencor y resentimiento. Será protegido su hígado para que se indigne ante el mal, pero no caiga en la ira y el descontrol. Serán protegidos sus pulmones, para que suspiren ante la soledad, la tristeza y el dolor; pero no caigan en la angustia extrema y la desesperación. Será protegido su estómago para que ante la debilidad, encuentre los recursos para recuperar las fuerzas perdidas y continuar.
Que importante resulta hoy en día recibir una protección que venga de lo alto (Santiago 1, 17) frente a los ataques que lastiman al ser humano en sus sentimientos más íntimos. El “bullying” (actos violentos y repetitivos contra un indefenso, ocasionándole daño físico o psicológico) escolar por ejemplo está creciendo por todos lados de manera preocupante. El índice de suicidios también está en crecimiento, en los casos de decepciones sentimentales, extrema soledad, quiebras financieras o simplemente una profunda depresión. El increíble ataque que están sufriendo nuestras jóvenes a través de la anorexia y la bulimia no tiene precedentes en épocas anteriores. Por último, aunque podríamos seguir con la relación largamente, la proliferación de la violencia callejera, el pandillaje, las “maras” y las guerras desatadas por los cárteles de la droga en varios países, sumergen a todos y especialmente a nuestros jóvenes en un callejón sin salida. ¿Cómo nos defendemos de esta realidad tan difícil?
Por supuesto que una persona justa puede salir lastimada en sus relaciones interpersonales y ser menospreciado por “ingenuo”, “nerd” o “zanahoria”, pero Dios lo levantará las veces que sean necesarias (Proverbios 24, 16); su oración será “poderosa y eficaz” (Santiago 5, 16); Jesús en persona le asegura la felicidad (Mateo 5, 6) e incluso ofrece extender esta felicidad a aquellas personas que lo acojan y lo reciban y traten con consideración (Mateo 10, 41).
¿Esto quiere decir que una persona justa no sufrirá jamás? Claro que no. Todos conocemos la historia del justo Job, quien sufre calamidades enviadas por el propio Satán para probar su fidelidad a Dios. Él se quebranta y le reclama a Dios por sus penas, iniciándose un conmovedor diálogo entre él y Dios (Job 38, 1 -2), que terminará con el arrepentimiento de éste (Job 42, 5 – 6). En dicho diálogo, Job reflexiona que más allá del sufrimiento que padezca, estaba recibiendo la mayor bendición posible, el conocer a Dios y hablar con él como amigos. La persona justa posiblemente pasará sufrimientos, pero Dios será su amigo y le dará la fuerza, el ánimo y el consuelo necesarios para seguir adelante (Isaías 41, 10).