La libertad no es un fin, sino un medio para lograr un fin superior

Los activistas pro aborto inicialmente proponen un aborto en casos excepcionales (violación, peligro para la vida de la madre o grave malformación de feto) pero su objetivo final es el aborto “libre”. Le llaman “derecho a decidir”. Igualmente quienes promueven la eutanasia, comienzan pidiéndola para los casos de enfermos terminales, pero su objetivo final es que sea lo más “libre” posible. Le llaman derecho a una “muerte digna”. Quienes buscan la legalización de las drogas, comienzan con la marihuana por ciertas aplicaciones benéficas en tratamientos psiquiátricos, pero su objetivo final es el consumo “libre” de toda sustancia. Los promotores del matrimonio entre personas del mismo sexo, tan pronto logran este primer objetivo, reclaman la “libertad” de dichas parejas para adoptar niños. Invocan un “derecho” que NO existe, ya que los niños no son “objetos” de derecho sino “sujetos” de derecho (son ellos quienes tienen derecho a tener padre y madre, buscando su mayor bienestar).

Todas estas iniciativas de colectivos aparentemente inconexos entre sí, siguen un mismo modus operandi. Sensibilizan al público en base a la casuística y consiguen ciertas modificaciones legales como primer paso, luego van detrás de las Constituciones para modificarlas y consagrar estas nuevas “libertades” de manera absoluta. Una vez conseguido ello en paralelo mientras se consigue, buscan modificar la educación de los niños, introduciendo de manera agresiva estos nuevos “conceptos”. Por último buscarán imponer el ejercicio de estas “libertades” sin dejar lugar a cualquier objeción de conciencia y reprimiendo toda opinión contraria.

Leer también: En la adoración pasan cosas, y en la misa… ¿no?

En verdad se trata de UNA SOLA CORRIENTE DE PENSAMIENTO que considera a la libertad como un fin supremo en sí mismo, por encima de todos los demás valores y principios. El ejercicio total del libre albedrío seria según ellos, indispensable para la condición de ser humano. Sin embargo la Palabra de Dios nos enseña que “todo me es permitido, pero no todo me conviene” (1 Corintios 10, 23). El libre albedrío no es un fin sino una herramienta o instrumento para conseguir un fin superior que es una vida plena: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Ejerciendo de manera irrestricta su libre albedrío el ser humano por lo general, termina siendo esclavo de sus arrebatos, instintos, pasiones e incluso caprichos afectando tarde o temprano la libertad de los demás. Una metáfora quizás logre ilustrar mejor esta idea.

Imaginemos que los conductores de autos de todo el mundo se ponen de acuerdo para solicitar a todos los gobiernos la eliminación de los semáforos por considerarlos un atentado contra su libertad de conducir y un insulto a su sentido común, ya que (según ellos) bastaría con la propia autorregulación de cada conductor para lograr un tránsito ordenado. De lograrse este hipotético objetivo, ¿Que sucedería?, ¿Habría más orden o habría un caos generalizado y múltiples accidentes? Lo dejo a tu discernimiento.

Leer también: Niña pequeña se llena de gozo ante la imagen de la Virgen

De la misma manera, hay quienes quieren eliminar todo tipo de “semáforos” morales (principios, valores e incluso desaparecer los conceptos del bien y del mal) para ejercer el libre albedrío de manera total, imponiendo estos punto de vista a los niños y jóvenes. Si bien Dios respeta el libre albedrío incluso para aceptarle o no a él mismo (Apocalipsis 3, 20), también nos advierte del peligro de usarlo sin pensar en los demás: “Que vuestra libertad no sirva de tropiezo para los más débiles” (1 Corintios 8, 9).