Recientemente circuló en internet un video de Medyugorje, donde una pequeña niña se llena de gozo ante la imagen de la Virgen a tal punto que diera la impresión de estar viendo “algo más” que la estatua que tenía al frente. Incluso llega a gritar “mamá” con los brazos extendidos hacia el cielo.
¿Explicación científica?, pues no la hay o al menos no la conozco. ¿Antecedente bíblico?, Juan Bautista “pateando” de felicidad en el vientre de su mamá Isabel ante la presencia de Jesús en el vientre de mamá María (Lucas 1, 41). Sin embargo, esta niña trajo a mi memoria un testimonio familiar que quisiera compartirles.
Era el mes de octubre del año 1998 y habíamos viajado en familia a la ciudad de Cuenca – Ecuador, no solo para ofrecer conciertos, sino en peregrinación al Jardín del Cajas, lugar donde se dieron apariciones de la Santísima Virgen María, a decir de la vidente Patricia Talbot (para mayor información de esta devoción, haz click aquí).
El hecho es que una tarde muy lluviosa, fuimos al Jardín del Cajas en familia para darle gracias a Dios y a la Virgen por todas las bendiciones recibidas y cumpliendo una promesa que yo hice el año anterior, cuando visité por primera vez dicho lugar. Mis hijos aún estaban muy pequeños (Luis Enrique con 5 años y María Belén con solo 8 meses) y tanto el intenso frío (6 grados centígrados) como la altura (3,600 metros. sobre el nivel del mar) hicieron que ambos (sobre todo Belén) estuvieran bastante inquietos. Mientras hacíamos una breve oración consagrando el disco “Amor de los Amores” que estábamos terminando, mi hija Belén no paraba de llorar. Una súbita llovizna hizo más difícil la situación, por lo que decidimos retirarnos, cuando sucedió algo inesperado. De pronto María Belén cambio de expresión y comenzó a sonreír. De inmediato alzó los brazos y los extendió al cielo, balanceándolos a ambos lados de manera rítmica como si estuviera en un concierto. De hecho este gesto era típico en mi hija, cuando escuchaba alguna canción mía en casa. Fue allí que mi esposa Lida dijo con total certeza: “Belén está escuchando música”. Fueron apenas unos 30 segundos o quizás un minuto lo que duró este pequeño signo o señal que Dios nos regaló a través de nuestra hija.
¿Qué fue lo que Belén escuchó aquella tarde?, pues quizás los cantos angelicales que suelen preceder a la Virgen María en sus apariciones, según el testimonio de varios videntes. Jesús mismo dijo que debíamos ser como niños para entra en el Reino de los cielos (Mateo 18, 4), por lo que no es extraño que los niños pequeños, en su inocencia perciban a veces, ciertas realidades espirituales e incluso divinas que nosotros no percibimos. Y es que los adultos vivimos tan obnubilados en la realidad y en las obligaciones temporales, que olvidamos que existe una realidad espiritual, que es eterna y cuya belleza no podemos ni imaginar (1 Corintios 2, 9). Es por eso que el vínculo que los papás debemos tener con nuestros hijos pequeños debe ser tan estrecho, no solo porque los niños necesitan de la figura paterna y materna, sino porque nosotros los padres también necesitamos ser “evangelizados” por la ternura e inocencia, de aquellos a quienes el Reino de los cielos les pertenece (Mateo 19, 14).