No hay que prejuzgar, sino preguntar y siempre perdonar

Un lector de esta Bitácora Zanahoria me consulta: “Soy coordinador del equipo de catequistas de mi parroquia. Dos de mis mejores catequistas son enamorados y en vacaciones viajaron juntos a otra ciudad. Ambos publicaron en Facebook fotos del viaje (en la playa “tal”, en la plaza “cual”, alojados en el hotel “X”, etc.). ¿Debo suponer que viajaron como “hermanos” quedándose cada quien en habitaciones separadas, o adelantaron la “luna de miel”? Y si fuera esto último, ¿Tú los volverías a convocar para ser catequistas este año?”

Las redes sociales están contribuyendo a que salgan a la luz algunas conductas de nuestros agentes pastorales que antes permanecían en la órbita privada. Es cierto que esta situación sería una contradicción inaceptable para quienes voluntariamente quieren ser catequistas y si nos tocara coordinarlos, tendríamos que abordar el tema en comunión con el párroco o asesor. Pero al hacerlo hay que tomar en cuenta que no debemos juzgar a nadie (Lucas 6, 37) y que incluso hasta para corregir hay que hacerlo desde el amor (Mateo 18, 15). En un caso como este, lo primero que hay que hacer es “preguntar” y no “prejuzgar”. No se deben tomar decisiones en base a suposiciones sin aclarar las cosas personalmente con ambos. Debe ser una conversación “a solas” pero desde el amor fraterno y no un “interrogatorio” inquisidor, pues el objetivo es GANAR a ambos hermanos y no simplemente echarlos de la comunidad o del servicio.

Por otro lado, en dicha conversación hay que ir al fondo del asunto y no solo a la forma. No se trata de pedirles que eviten publicar fotos “inconvenientes” en el Facebook para no causar escándalo, sino ¿cuál es el concepto que tienen ambos de la castidad como un valor antes del matrimonio? Nos sorprenderíamos de la cantidad de agentes pastorales católicos que predican a niños y jóvenes la doctrina católica, pero en su conciencia, tienen sus propias “opiniones” (distintas a las de la Iglesia) en temas fundamentales, llevando una conducta contraria a lo que predican. ¿Si yo los volvería a convocar?, pues si manifiestan sinceramente su deseo de llevar de ahora en adelante un noviazgo en santidad, ¿por qué no?

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El enemigo tiene un plan bastante simple. Está tratando de convencer a todos que el pecado es inevitable, y que el Evangelio no se puede vivir a cabalidad. Lo único que realmente logra derrotar ese plan es la SANTIDAD y no un cristianismo “light” sin convicciones firmes, con “opiniones” y “reservas” en determinados temas y conductas. Y cuando hablamos de santidad no hablamos de estoicismo (control de pasiones y deseos en base a la voluntad) o de perfección angelical, sino de una sincera lucha humana por hacer “lo que es bueno, lo agradable a Dios” (Romanos 12, 2). ¿Y si estos jóvenes reinciden?, pues si se confiesan y quieren volver a intentarlo con sinceridad, yo si los convocaría de nuevo. ¿Si Dios y la Iglesia ofrecen el perdón a través del sacramento de la reconciliación las veces que sean necesarias, quienes somos nosotros para perdonar “menos”?

Hay quienes piensan que el Espíritu Santo esta “limpiando” la casa en estos tiempos. No me gusta para nada la expresión ya que “limpieza” evoca a “basura” y para Dios nadie es basura. Yo prefiero pensar que el mismo Espíritu más bien extiende su misericordia como un espejo para vernos realmente como somos, despertar nuestra conciencia y arrepentirnos a tiempo.

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