Era el año 1997 y estábamos de gira en Ecuador. Viajaba en un jeep con varios jóvenes y nos tocó visitar la ciudad de Cuenca. Al mediodía visitamos a una comunidad carismática y luego del almuerzo estábamos listos para volver a Guayaquil, pero uno de los muchachos sugirió visitar el Jardín del Cajas, donde según muchos testimonios hubo apariciones marianas entre 1989 y 1991. Al llegar al lugar el cielo se puso súbitamente gris con amenaza de lluvia y un frio intenso, como para recordarnos que nos encontrábamos a 3,600 metros sobre el nivel del mar. Había ya unos 20 peregrinos en el lugar aparte de nosotros y a voz en cuello nos pusimos a rezar el Ángelus. Me pidieron cantar el último Ave María y cuando comencé a entonar la canción, literalmente se abrió un forado en medio de las nubes y un rayo de sol nos bañó de luz y de calor a todos los presentes. De inmediato todos empezaron a llorar de la emoción, mientras yo no podía dejar de… reír, no por burla sin de puro gozo incontrolable. Luego el cielo volvió a cerrarse y comenzó una tenue lluvia que para nada empano el momento que vivimos.
Era el año 2013 y estábamos haciendo nuestra última presentación en el gran festival Radiominutón de la Emisora Minuto de Dios en Bogotá. Igualmente el cielo se mostraba amenazante siendo más o menos las cinco de la tarde. De pronto, nuevamente sucedió este fenómeno, que siendo natural no deja de ser tan significativo. El cielo se abrió y nos cayó un rayo de luz solar únicamente en la plaza Bolívar del barrio Minuto de Dios. Antes de cantar el “Credo” hice notar a los asistentes de esta “caricia” que nos daba Dios a través del clima y la gente rompió en una gran ovación para el Dios de la vida.
En julio de este año estuvimos en Chala (Departamento de Arequipa) en la Misa de clausura del Encuentro de Pastoral Juvenil de la Prelatura de Caravelí. La Misa era oficiada por el Obispo Antonio Vera, quien puso dentro de las intenciones de la misa la salud de nuestro colega y amigo Martin Portugal que se encontraba grave en la ciudad de Piura. De pronto, exactamente en el momento de la consagración se abrió nuevamente el cielo y en medio de las nubes grises se abrió paso un rayo de luz que inundo la plaza en la que nos encontrábamos casi 500 personas. Todos quedamos muy conmovidos por esta señal en el cielo. Tres días después, Martin partió al cielo a integrarse al coro de los ángeles.
A veces esperamos que Dios nos hable mediante prodigios y señales milagrosas que nos deslumbren y nos hagan exclamar como aquella multitud en la casa de Pedro, luego de la curación del paralitico: “Nunca hemos visto nada parecido” (Marcos 2, 12). Sin embargo Dios se manifiesta todo el tiempo y sobre todo en cosas cotidianas y simples que nos rodean. No en vano los salmos señalan que la creación proclama por sí misma la Gloria de Dios (Salmo 19, 1). Simplemente hay que ver las cosas con ojos de fe para ver continuamente la presencia de Dios en ella. Estas “señales” del cielo que acabo de compartir tienen sin duda su respectiva explicación científica, pero ello no le quita su carácter significativo a los ojos de la fe. La próxima vez que mires al cielo y veas alguna señal, no se la atribuyas a los ovnis de inmediato. Piensa que es Dios tratando de comunicarnos su amor y su misericordia.