La cruz como instrumento de salvación

En la vida cotidiana existen instrumentos creados por la humanidad para salvar vidas en caso de peligros inminentes. Por ejemplo el chaleco salvavidas en caso que un avión aterrice de emergencia en el mar; el cinturón de seguridad en caso de choques o accidentes de tránsito; el extintor de fuego en caso de incendios, el desfibrilador en caso de paro cardíaco, etc. Por lo general nosotros solo valoramos estos instrumentos de salvataje cuando estamos en plena situación extrema. En pleno aterrizaje forzoso, en instantes previos a un choque, en medio de un incendio o en pleno paro cardíaco es que el ser humano recién toma conciencia de la importancia de estos instrumentos. Antes de experimentar estos peligros, incluso a veces llega a menospreciarlos.

De igual manera la cruz de Cristo es el único instrumento de salvación, no solo para nuestra vida humana sino para nuestra vida eterna. Este instrumento no ha sido creado por la mente humana sino por el mismo Dios para la salvación de la humanidad ante un peligro mucho mayor a la destrucción del planeta o el fin del mundo. Dios quiere salvarnos de perder el alma. “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena” (Mateo 10, 28). El ser humano ha perdido la conciencia del peligro que significa perder el alma o la vida eterna y por ende menosprecia la cruz de Cristo.

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Actualmente se niega la vida eterna y se sostiene que tras la muerte humana simplemente no hay nada. Se niega la cruz en la medida que se rechaza todo tipo de sacrificio, dolor o sufrimiento, buscando solamente el confort, la comodidad y el placer. El mundo quiere convencernos que no es tan “grave”, vivir lejos de Dios. Mucha gente que vive sin fe, le va muy “bien” en la vida. Muchos países que se han alejado de su Palabra y de su Ley, son países prósperos, desarrollados y muy civilizados. ¿Pero esto es realmente así? ¿Las personas que viven conscientemente en situaciones de pecado, son realmente felices? ¿Si los países “open mind” son casi paraísos, porque su índice de suicidios es mayor al de América Latina? Me resisto a pensar que nuestras moléculas se unieron y ordenaron por “casualidad” y que somos producto del azar y no del amor.

Respecto a la vida eterna, la Biblia nos llena de esperanza: “Ni ojo vio, ni oído escuchó, ni mente humana puede imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1, Corintios 2, 9); “… no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó” (Apocalipsis 21, 4)

Pero si la felicidad eterna en la Gloria de Dios no la podemos ni imaginar, también podemos deducir que el dolor y la desesperación de estar lejos de Dios eternamente son igualmente sufrimientos inimaginables. No se trata de seguir a Jesús por miedo, pero si hay que volver a tomar conciencia de que si la entrega de amor de Jesús en la cruz fue tan extrema, ello se relaciona con el tremendo peligro al que estamos expuestos si seguimos despreciando la gracia de Dios. A diferencia del peligro de perder la vida humana, (ante lo cual aún podríamos recibir una segunda oportunidad gracias a la medicina o a una acción divina), frente a la segunda muerte (Apocalipsis 21, 8) o condenación eterna, ya no hay marcha atrás en ningún caso. (Lucas 16, 19 – 31). Por ello San Pablo nos pide: “tener horror al mal y pasión por el bien” (Romanos 12, 9).

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