¿Un cristiano nunca debe oponerse a nada?

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Cada vez que escribo algo en contra de la ideología de género (aborto, eutanasia, LGTBI, feminismo radical, etc.) algunas personas comentan de inmediato: ¡Cuánto odio! ¿Dónde está tu misericordia? ¿Por qué te molesta que triunfe el “amor”? Incluso un amigo sacerdote con buena intención me comentó: “Hoy en día, la nueva forma de ser cristiano y profeta, es ser misericordioso. Ya no tanto denunciar sino comprender y aceptar desde el amor”. ¿Esto es así? Recientemente miles de padres de familia en Perú se están manifestando en contra de una imposición de la ideología de género en la educación de sus hijos. Las críticas a estas manifestaciones no se han hecho esperar. ¡Váyanse a sus templos a rezar! dicen algunos. ¿Es así la cosa?

Odio o Indignación

Primero hay que distinguir lo que es odio de lo que es indignación. El odio es un sentimiento profundo contra alguien al punto de desearle algún daño. La indignación en cambio es un sentimiento de enfado contra un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial. El odio es contra una persona mientras que la indignación es contra un acto o conducta. Toda persona y especialmente todo cristiano deberíamos rechazar el odio en toda circunstancia. ¿Pero la indignación? Desde mi punto de vista es absolutamente legítimo expresar nuestra indignación cuando consideramos un acto o conducta como injusta o perjudicial. Esto siempre que no derive en violencia u odio.

Jesús nunca odio a nadie. Ni siquiera a sus captores y flageladores les deseo el mal en ningún momento (Lucas 23, 34). Sin embargo, Jesús si se indignó varias veces. Lo hizo contra la hipocresía de los escribas y fariseos (Mateo 23, 27). También contra la avaricia de los mercaderes del Templo (Marcos 11, 15 – 18). Incluso, lo hizo contra la injusticia de un guardia que le pegó sin motivo (Juan 18, 23). Noten que no se trató de un sentimiento contra las personas en particular, sino contra sus actos y conductas que Jesús consideró negativas e injustas. La indignación de Jesús no solo quedó en el silencio. Jesús reaccionó con acciones de indignación. A los fariseos los calificó como “raza de víboras”. Tiró abajo las mesas de los mercaderes del templo. Al guardia que le pegó, lo increpó delante de todos.

El deber del cristiano

Algunos, manipulando groseramente el mensaje del Papa Francisco, acusan a quienes protestamos con indignación contra las mentiras de la ideología de género, de no tener “amor” y “misericordia”. El problema es que el amor y la misericordia solamente tienen sentido si es que se fundamentan en la verdad. Jesús, en nombre de la misericordia jamás dejó a nadie en la mentira sino que siempre los llevó a la verdad. En las frases fuertes que les dijo a los personajes anteriormente mencionados: “sepulcros blanqueados”, “han convertido mi casa en cueva de ladrones”, “si he hablado bien, ¿por qué me pegas?, no hay insultos gratuitos o simples calificativos de desahogo. Si no, hay frases que pretenden llevar a la verdad a quienes actúan equivocadamente.

A quienes sostienen que Jesús, en nombre del “amor” justificaba cualquier tipo de conducta, seguramente tratarán de ignorar lo que él mismo le dijo a la mujer adúltera antes de irse: “Vete y en adelante NO PEQUES MAS” (Juan 8, 11). Es verdad que al final de todo, lo único que prevalecerá es el amor (1 Corintios 13, 13), pero hoy más que nunca debemos tener presente las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando dijo: “Sin verdad, el amor cae en mero sentimentalismo…Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad” (Caritas y Veritatis)

Todo cristiano no solo tiene el derecho sino el deber de oponerse con indignación a la mentira, al pecado y a todo aquello que vaya en contra del plan de Dios y de su Reino. No tengamos reparo en ello. Sin embargo, debemos tener cuidado de no caer en el odio y en la violencia. Ello sería practicar aquello que precisamente queremos combatir y derrotar.

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