Tenía apenas 15 años y recién me había incorporado al equipo de catequesis de mi parroquia San Francisco Solano en el Rímac. Los padres franciscanos que regentaban la parroquia convocaron a una conferencia ofrecida por un señor de apellido Olaechea de asistencia: ¡Obligatoria! para los catequistas. Honestamente no recuerdo el tema que desarrollo el caballero mencionado aquella noche y es que, como cualquier chico de 15 años, me la pase distraído gran parte de la charla, perdiéndome tontamente su contenido principal.
Pero en la ronda de preguntas que vino al final de la charla, una catequista de las más “experimentadas” tuvo una intervención que causo revuelo. Afirmó con toda convicción de que el aborto era un derecho de toda mujer y que nadie (mucho menos la Iglesia) debía meterse en esa decisión. Otras asistentes manifestaron su apoyo a dicha opinión ante la atónita mirada del expositor. Hasta ese momento, confieso que yo no sabía que era el aborto pero si percibí el ambiente “denso” que se generó. El expositor, tratando de controlar su indignación se dirigió a la catequista con tono calmado pero firme, explicándole que era inconcebible e incompatible ser catequista y tener este tipo de “opiniones”. Luego hizo una explicación breve sobre lo que era el aborto y la posición de la Iglesia al respecto. Fue la primera vez en mi vida que tuve claro que la vida comienza en el momento de la concepción y no a la décima semana de gestación como absurdamente sostiene algunos. Fue tan sencilla y esclarecedora la explicación que la mayoría de la concurrencia quedo satisfecha con la misma.
Este año fui invitado a una Mesa Redonda sobre el “Efecto Francisco” (referido al Papa y su influencia en los medios de comunicación) convocada por Sociedad de San Pablo en la Feria Internacional del Libro en Lima. En el panel participó la periodista Milagros Leiva (conocida por su proximidad al feminismo) quien no desperdició la oportunidad para criticar a la Iglesia y sobre todo para hacer una apología del aborto en casos de violación, aunque ello resultaba totalmente fuera de contexto, respecto al tema a tratar. Lo increíble para mí fue la cerrada “ovación” que recibió dicha periodista de un público lleno de religiosos, y agentes pastorales en su mayoría. Recordé de inmediato las palabras de aquel expositor hace 34 años atrás y sentí la misma indignación que sintió él, en aquella oportunidad. ¿Que pasó con la formación doctrinal de nuestra feligresía, que se perciben tantas dudas en temas tan fundamentales?
¡Cuánta falta hace abordar personalmente con la gente este tipo de temas!, ya sea con charlas pastorales (aunque sea, obligatorias), pláticas informales entre amigos e incluso conversaciones de sobremesa en familia. Gran parte de la feligresía esta desconcertada y hasta beligerante contra la fe, como lo estaban los discípulos de Emaús ante la crucifixión de Jesús (Lucas 24, 17). Y fue Jesús mismo, quien “se les acercó en persona y se puso a caminar con ellos” (Lucas 24, 15), “explicándoles las escrituras” (Lucas 24, 27) y seguramente absolviendo sus preguntas. Igualmente nosotros, como Don Manuel Olaechea debemos acercarnos a las comunidades y abordar de manera sencilla estos temas, para afirmar la fe de nuestro pueblo como aquel caballero afirmo la mía. Seis años después de dicha charla compuse mi canción “El cuento” en defensa de la vida. ¡Mil gracias don Manuel!