¿Cómo aplicar la vacuna de la solidaridad a un mundo egoísta?

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La vacuna que necesitamos ante lo que viene después

En la Palabra de Dios se nos relata el modo de vida de los apóstoles, y cómo ellos aplicaban la vacuna de la solidaridad

“Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu. Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.” (Hechos de los Apóstoles 2, 44 – 46)

Pareciera que algunos gobiernos en el mundo tuvieran más temor a la crisis económica y a la recesión mundial que al mismo Covid – 19. Se resisten a decretar en sus países la cuarentena estricta aplicada en el resto del mundo. El vice-gobernador de Texas, Dan Patrick dijo hace poco:

“Hay muchos abuelos en este país, como yo, que no les importa arriesgar su salud para hacer resurgir la economía de los EEUU que todos amamos.» (entrevista en el programa de Tucker Carlson en Fox News)

¿Qué se supone que significan esas palabras?

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Lo que se viene después de esta pandemia

Contra el Covid-19 se encontrará finalmente una vacuna (si no es que ya existe). Las cuarentenas terminarán y las fronteras se abrirán. Pero, los especialistas coinciden en que sufriremos una gran crisis económica, peor que la gran depresión de 1929 y la vacuna contra la crisis económica es la solidaridad. Sin embargo, el mundo entero está siendo secuestrado por una cultura egoísta, hedonista (búsqueda de placer) y nihilista (ausencia del sentido de la vida). Esto no ayuda en nada a una respuesta solidaria de la gente. Una canción mía del año 2008, describe una situación futura  escalofriantemente similar a lo que podría llegar a ser nuestra realidad:

“Y la crisis económica del hemisferio sur, hoy ya se globalizó por todas partes, los de arriba nos preguntan cómo se hace olla común, como se organizan los clubes de madres…” (Canción: Ver, juzgar y actuar; álbum: Vuelve; año 2008)

La sociedad de consumo nos convence que la felicidad consiste en comprar bienes. La cultura del descarte nos pide deshacernos de lo que no nos “sirve”, desde cosas usadas hasta bebés por nacer. La auto ayuda nos convence de que podemos lograr todo únicamente por nuestro propio esfuerzo. La nueva era te enseña a buscar a Dios dentro de ti (tu yo interior) y no en el hermano. La publicidad y la moda exaltan la belleza física tanto que se convierte en obsesión bajar de peso, modelar la figura, conseguir musculatura, etc. Llevamos décadas siendo adoctrinados desde los medios de comunicación y más recientemente desde las redes sociales a pensar solo en el «yo». Y nos orientan a rechazar cualquier tipo de «nosotros». (Familia, matrimonio, Iglesia, comunidad, etc.)

El deber de los católicos en el mundo

Pero, el ser humano siempre será capaz de amar y ser solidario, pues fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Basta con admirar a los muchos médicos, enfermeras, encargados de limpieza, policías, soldados y demás personas que están luchando contra esta pandemia en todo el mundo. Luchan sin distinción de raza, sexo, religión, posición política o cualesquier otro concepto. En ese sentido, los cristianos tenemos la difícil misión de hacer vida lo relatado en los Hechos de los Apóstoles, y llevar la solidaridad más allá de la emergencia. Es tiempo de demostrar que el Evangelio está más vivo que nunca, a través de quienes lo tratamos de vivir con radicalidad, humildad y sencillez.

Posdata. En Perú hay 800,000 venezolanos que no recibirán ayuda del Gobierno Nacional (como es lógico) y no podrán ganarse la vida honestamente, ni siquiera vendiendo en las calles por un buen tiempo, incluso después de la pandemia. Demostremos solidaridad con ellos también, aunque algunos hayan caído en la delincuencia.

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