Era el domingo 04 de agosto de 1996 y yo estaba de gira en Argentina desde el jueves 01. Por primera vez, nos habíamos despedido disgustados (mi esposa Lida y yo), ya que yo le iba dedicando más y más tiempo a la evangelización musical, descuidando mi profesión de abogado tributarista. Viajé de todos modos, pero con la condición de volver con una decisión respecto a nuestro matrimonio y nuestra familia: o me dedicaba a la música y a la pastoral, o me dedicaba a mi profesión y a mi familia. Ambas cosas en simultáneo no venían funcionando bien. Era casi como elegir entre la música y mi familia. Fue un momento de crisis, donde intervino amorosamente nuestra madre la Santísima Virgen María.
Ese mismo domingo, Daniel Poli y su familia me llevaron a una jornada mariana del Movimiento de la Palabra de Dios en Buenos Aires (Colegio Sagrada Familia en Quilmes). Allí recibí la misericordia de Dios a través de una oración compartida con Daniel y con una hermana consagrada llamada Viviana, y donde pude tomar mi decisión. Literalmente le dije al Señor: “Si tengo que escoger entre la música y mi familia, yo escojo a mi familia y cuelgo la guitarra, pues ningún servicio pastoral es más importante que un sacramento”. Pero, en simultáneo le dije a María: “Tú sabes que quisiera cantar y anunciar a tu Hijo por el resto de mi vida, así que ayúdame con mi esposa”.
Fue en Lima el mismo 04 de agosto que mi esposa vivió una experiencia mística con la Santísima Virgen María. La lectura de un testimonio MARIANO en una Revista Cristo Vive, tocó su corazón precisamente en el instante en que yo estaba en Argentina orando y tomando mi decisión. Lida, sintió en su corazón una voz dulce que le dijo: “No tengas miedo”. Esta sincronización de eventos lo descubrimos al día siguiente por supuesto. Nos contamos mutuamente nuestras experiencias de fe y entre lágrimas descubrimos la amorosa asistencia de nuestra Madre en este momento difícil para nuestro matrimonio y para nuestra familia. Allí comenzó un tiempo nuevo para nosotros que sigue vigente hasta nuestros días, 18 años después y donde la Santísima Virgen María ocupa un lugar privilegiado, en nuestro hogar y en nuestro servicio pastoral.
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (Cap: 285) nos recuerda que únicamente después de entregarnos a su Madre a través del Apóstol Juan, Jesús pudo exclamar: “Todo se ha cumplido” (Juan 19, 28). El que recibamos a María como nuestra Madre es una característica “sine qua non” de todo discípulo de Jesús. Como dice la Hermana Glenda en una de sus mejores canciones: “Si quiero ser discípulo amado, tengo que acoger a María en mi casa”. Para Jesús y según el plan de salvación de Dios, el aceptar la maternidad de la Santísima Virgen María no es algo “opcional” para la salvación sino algo intrínseco.
Cada día pidamos que la tierna y la vez poderosísima protección maternal de la Virgen María se derrame en abundancia en vuestras familias y en vuestros hogares.